lunes, 17 de marzo de 2008

Capítulo 1 (Post 6)

Dos militares descendieron del vehículo. Su aspecto era realmente atemorizante. Con sus armas y toda la cara tapada por aquellas siniestras máscaras parecían seres de otro mundo. Sin mediar una sola palabra agarraron a Connor de los brazos apretándole tan fuerte que se retorció por el dolor. A pesar de ello trató de zafarse pero fue inútil. En aquellos momentos, incluso pasó por su cabeza un pensamiento egoísta. Si hubiese intentado huir él solo probablemente lo habría conseguido.
Sin importarles la edad que tenía y el daño que podían causarle le arrojaron a la parte trasera del vehículo despojándole de su mochila que tiraron en mitad de la calle. Connor gruñó al golpearse contra el frio y duro suelo metálico de la camioneta. Una docena de ojos le observaban. En seguida comprendió que las personas que le observarban con miradas asustadas y piadosas estaban en su misma situación.
Uno de ellos se agachó y le ayudó a levantarse.
-¿Estás bien, muchacho? -le preguntó
Connor asintió mordiéndose los labios para no llorar de nuevo.
Los demás murmuraron cosas sobre el destino que les aguardaba. Uno de ellos se puso a golpear con los puños las paredes metálicas del interior del vehículo mientras profería toda clase de insultos. Los demás sencillamente permanecían callados o rezaban en susurros.
El vehículo se puso en marcha y Connor se hizo un hueco en el interior para poder mirar por una de las dos minúsculas ventanillas de que disponían. Lo hizo justo a tiempo para comprobar que Jenni ya no estaba escondida tras la esquina. Ignoraba si la habían atrapado o si había conseguido huir sin ser vista.
Pensando en ella y en el aciago destino que le aguardaba se sentó derrotado e incapaz de poder asimilar cuanto estaba sucediendo. Y entonces, cuando ya lo daba todo por perdido, la puerta por la que le habían arrojado a aquel vehículo se abrió de golpe. Uno de sus compañeros presos había logrado forzarla y todos estaban saltando a la carretera. Connor se acercó a la puerta teniendo buen cuidado de no caer. Dos de los que ya se habían lanzado fuera se arrastraban por el asfalto. Sin duda se habían lesionado.
El vehículo se detuvo bruscamente haciendo que todos cuantos aun quedaban en él perdieran el equilibrio y salieran despedidos hacia el interior golpeándose unos contra otros. Probablemente los militares se habían dado cuenta de la fuga. Connor no esperó más y haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban se levantó y saltó fuera de la cabina echando a correr tan rápido como pudo. Por suerte estaba ya fuera del pueblo y el bosque se extendía a ambos lados de la carretera. A escasos metros de él podía ver como algunos de sus compañeros también hacían lo mismo y trataban de refugiarse en la espesura del bosque.
Los militares bajaron justo a tiempo para poder ver como desaparecían en la oscuridad sus prisioneros. Con paso firme se encaminaron carretera adelante siguiendo el lastimero sonido del gemir de los dos primeros que saltaron del vehículo. Estaban prácticamente uno al lado del otro. Uno de ellos era un hombre de mediana edad. El cristal derecho de sus gafas estaba hecho añicos y, al parecer, su rodilla izquierda también. El otro era tan solo un muchacho. No debía pasar de los veinte años. Los militares no tuvieron ni que mirarse para llegar a una conclusión sobre qué debían hacer con ellos.
Mientras Connor corría entre los altísimos árboles pudo escuchar las dos ráfagas, casi simultáneas rompiendo la quietud de la noche, interrumpida tan solo por el rítmico crepitar de ramas y hojas bajo sus pies.

1 comentario:

Carabiru dijo...

Requetebueno!!

Ahora me voy a leer el primero del segundo capítulo!!